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VIGILANCIA, FRENTE A LAS CONTINGENCIAS

Las tareas de control y, mejor aún, las de prevención que llevan adelante los vigiladores privados están orientadas a lograr la mayor reducción posible de contingencias que pudieran comprometer la seguridad de personas y de bienes.

Al fin de cuentas, el propósito principal es alcanzar tranquilidad en la vida cotidiana, uno de los indicadores más relevantes del bienestar.

En ese sentido, la decisión de contratar servicios de vigilancia y control es siempre una inversión. Lo es sobre todo en las actuales circunstancias, habida cuenta del incesante aumento de delitos y la exacerbación de los riesgos.

En un contexto deficitario por parte de las fuerzas de seguridad estatales para garantizar las condiciones de seguridad fuera del espacio de lo público, la demanda de guardias privados cobra un valor diferencial, además de necesario.

VIGILANCIA MEDIANTE LA PREVENCIÓN Y EL CONTROL

En tiempos de aislamiento social o en condiciones normales, los guardias privados no actúan sobre los hechos consumados, sino, sobre todo, preventivamente mediante la vigilancia y el control. Si bien se mira, resultan imprescindibles en la prevención de delitos o de situaciones que atenten contra las personas y los bienes.

Por eso mismo, es insuficiente la custodia de agentes armados y no es casual que, por lo general, mediante llamados a licitación, se solicite la participación de la seguridad privada en ámbitos públicos.

A pesar de la disponibilidad de policías para organismos oficiales, los guardias se desempeñan marcando una diferencia fundamental por su observación, recorrido y atención en alerta permanente.

De ahí que se incrementen día a día los requerimientos de parte de entidades estatales para contratar servicios de vigilancia y control privados, aun cuando esas dependencias puedan disponer del concurso de policías.

PRESENCIA DE LOS VIGILADORES

En contextos socioeconómicos disímiles, los requerimientos de seguridad privada en América latina registran una tasa de crecimiento anual del 7 por ciento, dos puntos por encima de lo que se verifica particularmente en la Argentina, donde esta modalidad de protección se ha extendido en proporción directa al déficit de la cobertura estatal.

Colombia, Brasil, Chile y Uruguay muestran una mayor demanda de este tipo de prestaciones, con una creciente participación de los guardas privados como auxiliares frente a la seguridad como bien público.

Por caso, en Chile existe 1 vigilador por cada 171 personas; y en Uruguay, 1 cada 269. En nuestro país, se verifica la presencia de 1 guardia privado cada 273 habitantes.