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PARA DISMINUIR LA INSEGURIDAD

Se dirá que la vigilancia privada no garantiza la seguridad, cuya responsabilidad indelegable concierne a las fuerzas estatales, pero, en rigor de verdad, reduce los riesgos mediante el control de las contingencias y previene los episodios que contribuyen a vulnerarla.

Desde esa perspectiva, la vigilancia privada disminuye la inseguridad. No es casual, pues, la pretensión gubernamental en la provincia de Córdoba por articular la seguridad pública con la seguridad privada.

La estadística sobre distintas variantes de hechos delictivos verificados en segmentos socioeconómicos de diferente nivel contrasta con las sensaciones de inseguridad, esa excusa remanida al que apelan una y otra vez los gobiernos de turno.

CON FOCO EN LA SEGURIDAD

Sin vigilancia, la inseguridad y la comisión de delitos es tanto más viable. Con distintas y efectivas modalidades, allí donde no se dispone de guardias privados cumpliendo tareas de prevención y control, los delincuentes hacen de las suyas, sin que nadie se los impida o advierta al menos su presencia para disuadirlos.

La secuencia de robos perpetrados en numerosas unidades habitacionales a lo largo del año forma parte de una costumbre que, por si no bastara, se lleva a cabo con tranquilidad.

Es tanto más probable en consorcios adonde los delincuentes tienen libre el camino para su accionar delictivo, en la medida en que falta protección de los departamentos.

LA VIGILANCIA PRIVADA NO ES PARA CUALQUIERA

En las actuales circunstancias, los servicios de vigilancia, prevención y control privados se han tornado fundamentales para la protección de personas y bienes.

Pero no se trata de cualquier prestación, por cierto, sino de aquella que esté garantizada por guardias formados profesionalmente, calificados por su elevada capacitación. Tampoco cualquier organización, sino la que acredite firmeza jurídica, transparencia institucional, así como también documentación fiscal y administrativa en regla.

Los requerimientos de vigilancia resultan proporcionales al incremento de la inseguridad, en cuyo contexto el aumento de la delincuencia oficialmente registrada (y que se verifica en distintos segmentos socioeconómicos) es un dato evidente, como lo indican relevamientos nacionales y provinciales.

No por casualidad, la inseguridad encabeza el ránking, por así decirlo, de las preocupaciones sociales, sobre todo en la vida urbana, y no ya sólo en sectores periféricos o marginales sino en lugares céntricos adonde la asistencia policial es más visible o tiene mayor presencia.

Lo que ocurre, en ese sentido, es que la inseguridad como sensación se exacerba toda vez que al Estado, que ostenta el ejercicio del monopolio de la fuerza, no le resulta posible garantizar la cobertura integral para la protección.