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UNA PROTECCIÓN QUE TRANQUILIZA

Si el incremento de los riesgos se ha tornado cada vez más preocupante, tanto más imprescindible ha de ser la necesidad de preservar bienes y personas. Tanto más apremiante también el requerimiento de tranquilidad.

Propia de las ciudades modernas, que ostentan elevadas tasas de criminalidad, esta situación se refleja, por cierto, en la creciente demanda de protección para evitar distinto tipo de delitos, como, por caso, hurtos, robos y atentados contra las personas, entre otros.

Todo sistema de vigilancia que se precie tiene sentido en la medida en que sea preventivo. Vigilar es, de hecho, proteger a personas y custodiar bienes, de modo de reducir al máximo posible las situaciones de riesgo, que, como se sabe, se han exacerbado en nuestra sociedad.

Ese atributo que ostentan los vigiladores efectivos resulta vital en todo objetivo, cualquiera sea su naturaleza: en edificios, residencias particulares, conjuntos inmobiliarios (countries y barrios cerrados), empresas e instituciones públicas tanto como privadas.

ATENTA VIGILANCIA

En materia de seguridad privada integral, la prevención de incidentes (y, eventualmente, de accidentes) pertenece a lo que también es necesario controlar para que la tranquilidad sea el resultado de un servicio que se precie.

No todo se reduce, pues, a evitar la comisión de delitos que pudieran implicar daños a personas o robos de bienes, aunque, por cierto, sea lo que más preocupe.

En este sentido, los procedimientos de vigilancia, si han de pretenderse efectivos, deben ser amplios y precisos, estipulados en estrictos protocolos, de modo de reducir al máximo las contingencias a que están expuestas las personas y garantizar el cuidado de sus bienes.

En rigor, múltiples son las tareas que deben cumplir los vigiladores privados en todos y cada uno de los objetivos adonde se desempeñan.

Además de la custodia fija en puestos o garitas, el recorrido permanente en distintos sectores de cada lugar forma parte de las funciones profesionales que los guardias deben asumir, apelando a la observación minuciosa, atenta y vigilante.

A DONDE NO LLEGA LA POLICÍA…

A diferencia de lo que acontece en la Argentina, en muchos países de América latina, la Policía, fuera de su labor habitual, no cubre horas extras ni adicionales ni tareas de seguridad por encargo de particulares, empresas o instituciones, por lo cual ese servicio resulta propio y exclusivo de los vigiladores privados.

En esos casos, el Estado regula la participación complementaria de las organizaciones de seguridad privada (empresas y cooperativas) teniendo en cuenta no sólo las necesidades de cobertura para la protección de bienes y personas, sino también las restricciones impuestas a los agentes oficiales.

En nuestro país, en cambio, el considerable incremento de la demanda de guardias para la vigilancia, control y prevención se debe más al hecho de que el concurso de los agentes policiales no alcanza.

Un déficit evidente que, por curioso contrasentido, se observa incluso de manera clara en numerosas instituciones públicas y dependencias estatales, de la Provincia tanto como de la Nación.