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LA VIGILANCIA PRIVADA NO ES PARA CUALQUIERA

En las actuales circunstancias, los servicios de vigilancia, prevención y control privados se han tornado fundamentales para la protección de personas y bienes.

Pero no se trata de cualquier prestación, por cierto, sino de aquella que esté garantizada por guardias formados profesionalmente, calificados por su elevada capacitación. Tampoco cualquier organización, sino la que acredite firmeza jurídica, transparencia institucional, así como también documentación fiscal y administrativa en regla.

Los requerimientos de vigilancia resultan proporcionales al incremento de la inseguridad, en cuyo contexto el aumento de la delincuencia oficialmente registrada (y que se verifica en distintos segmentos socioeconómicos) es un dato evidente, como lo indican relevamientos nacionales y provinciales.

No por casualidad, la inseguridad encabeza el ránking, por así decirlo, de las preocupaciones sociales, sobre todo en la vida urbana, y no ya sólo en sectores periféricos o marginales sino en lugares céntricos adonde la asistencia policial es más visible o tiene mayor presencia.

Lo que ocurre, en ese sentido, es que la inseguridad como sensación se exacerba toda vez que al Estado, que ostenta el ejercicio del monopolio de la fuerza, no le resulta posible garantizar la cobertura integral para la protección.


VIGILAR PARA REDUCIR LOS RIESGOS

En edificios, residencias particulares, countries, barrios cerrados, empresas e instituciones -cualquiera sea la naturaleza del objetivo-, la vigilancia tiene sentido en la medida en que es, antes que nada, preventiva. Esto es: cuando es efectiva para evitar los delitos (robos, hurtos, atentados contra las personas, entre otros) reduciendo al máximo posible las situaciones de riesgo, que, como se sabe, se han exacerbado por distintas razones en nuestra sociedad.

En ese orden, el concurso de las fuerzas policiales resulta insuficiente para garantizar las condiciones de seguridad fuera del espacio de lo público.

A ese respecto, la decisión de contratar servicios de vigilancia y control, apelando a guardias privados, no es superflua sino todo lo contrario.

Es clave para asegurar la tranquilidad y por lo tanto la calidad de vida allí donde se puede contar con vigías, que no otra cosa son los vigiladores: observadores atentos y capacitados que contribuyen a no tener que actuar sobre los hechos consumados.

EL APORTE DE LA SEGURIDAD PRIVADA

En un contexto deficitario por parte de las fuerzas de seguridad estatales para garantizar las condiciones de seguridad fuera del espacio público, la demanda de guardias privados cobra un valor diferencial, además de necesario. Tanto más en las actuales circunstancias de excepcionalidad, con medidas de restricción establecidas a consecuencia de la pandemia del Covid-19.

Baste con observar lo que acontece en edificios, residencias particulares, countries, barrios cerrados, empresas e instituciones para comprender la dimensión de esa necesidad, en objetivos adonde sería prácticamente imposible brindar cobertura oficial, en la medida en que la infraestructura no alcanza.

Por eso mismo, la decisión de contratar servicios de vigilancia y control es siempre una inversión. Lo es sobre todo teniendo en cuenta del incesante aumento de delitos y la exacerbación de los riesgos.

Las tareas de control y, mejor aún, las de prevención que llevan adelante los vigiladores privados están orientadas precisamente a lograr la mayor reducción posible de contingencias que pudieran comprometer la seguridad de personas y de bienes.