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NECESIDAD DE VIGILANCIA Y DELITOS SIN DENUNCIAR

En nuestro país sólo el 47 por ciento de las víctimas de delitos denuncia el hecho ante las autoridades competentes. Predomina la convicción de que se trata de un procedimiento burocrático que importa una pérdida de tiempo y que no producirá resultados positivos, según conclusiones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.

En todos los niveles sociales se mantiene una alta desconfianza respecto de la denuncia. Por eso mismo, en relación con delitos de distinta naturaleza, persiste un elevado desconocimiento, en la medida en que existen episodios no registrados porque no fueron declarados.

En función de esas variables, las políticas de seguridad de los estados nacional y provinciales son diseñadas sobre la base de estadísticas incompletas.

La consiguiente necesidad de vigilancia privada como auxiliar de los agentes policiales no es casual.

De ahí la dificultad de contar con datos precisos sobre la penetración del delito mediante herramientas diferentes de las encuestas de victimización, que mal que bien compensan las deficiencias estadísticas de los organismos oficiales o estatales.

LA INSEGURIDAD NO ES UNA SENSACIÓN

El aumento incesante de la delincuencia, que desmiente una y otra vez el remanido argumento oficial de que sólo se trata de una “sensación de inseguridad”, obliga a incrementar correlativamente la habilitación gubernamental al sector privado para complementar mediante tareas de vigilancia, prevención y control.

Se ha comprobado estadísticamente que, sin vigilancia privada, el concurso de las fuerzas policiales sería insuficiente para garantizar la seguridad, una facultad y responsabilidad reservada al Estado, que ejerce el monopolio de la fuerza.

No es un capricho del mercado, como se suele creer. Es una necesidad evidente: la de vivir con mayor tranquilidad, allí donde la inseguridad se ha convertido en unos de los asuntos más preocupantes y de mayor relevancia cuando los ciudadanos de todos los segmentos socioeconómicos (de manera individual, o bien desde instituciones, empresas públicas y privadas, entre otros sectores) piensan en calidad de vida…

El miedo no es tonto: más que sensaciones de inseguridad, lo que sentimos son hechos delictivos verificables y un elevado riesgo. Nada imaginario, sino real.