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VIGILANCIA, EN COMPLEMENTO…

A diferencia de lo que acontece en la Argentina, en muchos países de América latina, la Policía, fuera de su labor habitual, no cubre horas extras ni adicionales ni tareas de seguridad por encargo de particulares, empresas o instituciones, por lo cual ese servicio resulta propio y exclusivo de los vigiladores privados.

En esos casos, el Estado regula la participación complementaria de las organizaciones de seguridad privada (empresas y cooperativas) teniendo en cuenta no sólo las necesidades de cobertura para la protección de bienes y personas, sino también las restricciones impuestas a los agentes oficiales.

En nuestro país, en cambio, el considerable incremento de la demanda de guardias para la vigilancia, control y prevención se debe más al hecho de que el concurso de los agentes policiales no alcanza.

Un déficit evidente que, por curioso contrasentido, se observa incluso de manera clara en numerosas instituciones públicas y dependencias estatales, de la Provincia tanto como de la Nación.

LA VIGILANCIA REDUCE LOS RIESGOS

A través de la atenta observación y la evaluación certera de las contingencias posibles según las circunstancias de tiempo, modo y lugar, los vigiladores privados deben estar capacitados para actuar anticipándose a los hechos.

En esa aptitud radica el concepto de seguridad, entendido como la ausencia de riesgos o su máxima reducción mediante la prevención.

Precisamente, lo que cuenta en los guardias es, sobre todo, la percepción entrenada y la capacidad de “mirar” de un modo preciso lo que acontece hasta inferir, llegado el caso, lo que podría ocurrir.

Ese enfoque resulta imprescindible, en la medida en que se trata de evitar la comisión de delitos derivados de situaciones riesgosas en que podrían perpetrarse atentados contra las personas, así como también hurtos y/o robos de bienes.

MÁS MOTIVOS PARA LA VIGILANCIA PRIVADA

El aumento incesante de la delincuencia, que desmiente una y otra vez el remanido argumento oficial de que sólo se trata de una “sensación de inseguridad”, obliga a incrementar correlativamente la habilitación gubernamental al sector privado para complementar mediante tareas de vigilancia, prevención y control.

Se ha comprobado estadísticamente que, sin vigilancia privada, el concurso de las fuerzas policiales sería insuficiente para garantizar la seguridad, una facultad y responsabilidad reservada al Estado, que ejerce el monopolio de la fuerza.

No es un capricho del mercado, como se suele creer. Es una necesidad evidente: la de vivir con mayor tranquilidad, allí donde la inseguridad se ha convertido en unos de los asuntos más preocupantes y de mayor relevancia cuando los ciudadanos de todos los segmentos socioeconómicos (de manera individual, o bien desde instituciones, empresas públicas y privadas, entre otros sectores) piensan en calidad de vida…

El miedo no es tonto: más que sensaciones de inseguridad, lo que sentimos son hechos delictivos verificables y un elevado riesgo. Nada imaginario, sino real.