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PARA GARANTIZAR PREVENCIÓN Y CONTROL

Sin vigilancia, las distintas formas del delito son más viables. En materia de inseguridad, la relación causa-efecto en los hechos es evidente.

Con distintas y efectivas modalidades, allí donde no se dispone de guardias privados cumpliendo tareas de prevención y control, los delincuentes hacen de las suyas, sin que nadie se los impida o advierta al menos su presencia para disuadirlos.

La secuencia de robos perpetrados en numerosas unidades habitacionales a lo largo del año forma parte de una costumbre que, por si no bastara, se lleva a cabo con tranquilidad.

Es tanto más probable en consorcios adonde los delincuentes tienen libre el camino para su accionar delictivo, en la medida en que falta protección de los departamentos.

LA VIGILANCIA REDUCE LOS RIESGOS

A través de la atenta observación y la evaluación certera de las contingencias posibles según las circunstancias de tiempo, modo y lugar, los vigiladores privados deben estar capacitados para actuar anticipándose a los hechos.

En esa aptitud radica el concepto de seguridad, entendido como la ausencia de riesgos o su máxima reducción mediante la prevención.

Precisamente, lo que cuenta en los guardias es, sobre todo, la percepción entrenada y la capacidad de “mirar” de un modo preciso lo que acontece hasta inferir, llegado el caso, lo que podría ocurrir.

Ese enfoque resulta imprescindible, en la medida en que se trata de evitar la comisión de delitos derivados de situaciones riesgosas en que podrían perpetrarse atentados contra las personas, así como también hurtos y/o robos de bienes.

MÁS MOTIVOS PARA LA VIGILANCIA PRIVADA

El aumento incesante de la delincuencia, que desmiente una y otra vez el remanido argumento oficial de que sólo se trata de una “sensación de inseguridad”, obliga a incrementar correlativamente la habilitación gubernamental al sector privado para complementar mediante tareas de vigilancia, prevención y control.

Se ha comprobado estadísticamente que, sin vigilancia privada, el concurso de las fuerzas policiales sería insuficiente para garantizar la seguridad, una facultad y responsabilidad reservada al Estado, que ejerce el monopolio de la fuerza.

No es un capricho del mercado, como se suele creer. Es una necesidad evidente: la de vivir con mayor tranquilidad, allí donde la inseguridad se ha convertido en unos de los asuntos más preocupantes y de mayor relevancia cuando los ciudadanos de todos los segmentos socioeconómicos (de manera individual, o bien desde instituciones, empresas públicas y privadas, entre otros sectores) piensan en calidad de vida…

El miedo no es tonto: más que sensaciones de inseguridad, lo que sentimos son hechos delictivos verificables y un elevado riesgo. Nada imaginario, sino real.