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CON MÉTODOS DE VIGILANCIA

En condiciones excepcionales (como las que vivimos por la pandemia del coronavirus) o normales, los guardias privados no actúan sobre los hechos consumados, sino, sobre todo, preventivamente mediante la vigilancia y el control. Si bien se mira, resultan imprescindibles en la prevención de delitos o de situaciones que atenten contra las personas y los bienes.

Por eso mismo, es insuficiente la custodia de agentes armados y no es casual que, por lo general, mediante llamados a licitación, se solicite la participación de la seguridad privada en ámbitos públicos.

A pesar de la disponibilidad de policías para organismos oficiales, los guardias se desempeñan marcando una diferencia fundamental por su observación, recorrido y atención en alerta permanente.

De ahí que se incrementen día a día los requerimientos de parte de entidades estatales para contratar servicios de vigilancia y control privados, aun cuando esas dependencias puedan disponer del concurso de policías.

VIGILANCIA PRIVADA Y CALIDAD DE VIDA

Caracterizadas como están las ciudades contemporáneas por el crecimiento de la criminalidad (la oficialmente registrada y la no declarada o denunciada), la vida urbana se desenvuelve con las dificultades que presentan los riesgos exacerbados.

Una de las consecuencias más palpables de esa situación de inseguridad es el deterioro en las condiciones de la “calidad de vida”.

En ese contexto, se verifica una creciente demanda de protección para evitar distintos tipo de delitos, como, por caso, hurtos, robos, atentados contra las personas, entre otros.

Los requerimientos de mayor seguridad por parte de una sociedad atemorizada por el auge del delito son un valor imprescindible que, en las actuales circunstancias, es necesario recobrar apelando no ya sólo a los recursos estatales sino también a los privados. La vigilancia física, en ese sentido, es fundamental.

LA INSEGURIDAD NO DISTINGUE SECTORES

La inseguridad se ha convertido en unos de los asuntos más preocupantes y de mayor relevancia para los ciudadanos de todos los segmentos socioeconómicos del país, sin distinción de clases.

No es, como se suele creer, una sensación infundida por los medios de comunicación masiva ni por el auge de las redes sociales que multiplican mensajes negativos. Por lo contrario, lo que sentimos se corresponde con la estadística alarmante de hechos delictivos verificables y el elevado riesgo que acecha a la vuelta de la esquina.

La inseguridad no es producto de la imaginación o del miedo. Es real y, si bien se mira, el incesante aumento de la delincuencia exige día tras día medidas preventivas personales tanto como colectivas, más allá del concurso de las fuerzas policiales a través de las cuales el Estado ejerce una facultad insustituible

Sin embargo, ese incremento del delito obliga a la mayor habilitación gubernamental al sector privado para complementar mediante tareas de vigilancia, prevención y control.