En proporción a la desconfianza en las fuerzas policiales, la seguridad privada se ha expandido en la Argentina en particular y en América latina en general. Las principales críticas a la policía por parte de la ciudadanía está centrada en considerarla muchas veces incompetente y en los episodios de corrupción en que ha sido sospechada o ha estado comprobadamente involucrada. El desprestigio se agrava en el contexto del incremento de homicidios, asaltos violentos, secuestros extorsivos, entre otros hechos delictivos en que se comprometen bienes patrimoniales y la integridad psicofísica de las personas. En nuestro continente existan cuatro millones de guardias privados y la industria registra un crecimiento a un ritmo del 9 % anual.
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LA SEGURIDAD PRIVADA SE EXPANDE AÚN MÁS EN PAÍSES DE LATINOAMÉRICA
Los medios repasan las estadísticas que marcan un crecimiento aumento de empresas y vigiladores privados en la mayoría de los países de la región. La gente no siempre confía en la policía. La desconfianza en las fuerzas policiales ha hecho que las firmas de seguridad privada sean un gran negocio en América Latina, donde la mayor parte de las fuerzas policiales es considerada incompetente o corrupta, mientras aumentan los homicidios, secuestros y extorsiones.
Azotada por carteles de las drogas y por violentas pandillas, América Latina desplazó a Africa como la región con la tasa de asesinatos más alta del mundo.
Aquí, un ejército de casi 4 millones de agentes privados genera una industria que crece a un ritmo del 9% anual y que para 2016 podría mover 30.000 millones de dólares, según proyecciones. En toda la región, la relación entre guardias privados y policías es muy superior al promedio mundial de dos por uno. En Brasil hay cuatro agentes privados por cada policía, en Guatemala cinco y en Honduras casi siete.
“El sector privado debería complementar” a la policía, sostuvo Boris Saavedra, profesor de seguridad nacional del Centro para Estudios de Defensa Hemisféricos con sede en Washington. “Pero en algunos países no son algo complementario, son el actor principal”.
Los guardias privados son parte de la vida diaria. Pero no son la solución para la delincuencia desenfrenada. Ofrecen protección a los ricos y a sectores de la clase media, dejando librada a su suerte a la mayoría pobre de la población en una región con la peor disparidad de ingresos del mundo.
Los traficantes de drogas imponen el terror y a menudo compran a la policía para que trabaje para ellos. En un suburbio de clase media de Buenos Aires, Jorge Kiss dice que fue secuestrado y robado tres veces en su casa pese a que su vecindario tiene un guardia privado.
Por otra parte, la industria de la seguridad privada surgió tan de repente que aún no está debidamente regulada. Y la calidad de estas fuerzas varía. Algunos agentes han sido entrenados por ex comandos y cobran sueldos de clase media por proteger ejecutivos de grandes empresas. Otros se las arreglan con menos. Un policía hondureño jubilado de 56 años dijo que le dieron un machete para vigilar una clínica y ganaba 190 dólares al mes.
La mayoría de las agencias de seguridad privada de la región no tienen licencias formales, por lo que no hay estadísticas confiables sobre la cantidad de muertes y delitos en los que se ven envueltos.
En Buenos Aires apenas 150 de 15.000 guardias de locales nocturnos completaron cursos básicos para esa actividad, de acuerdo con el Centro Regional para la Paz, el Desarme y el Desarrollo de América Latina y el Caribe de la ONU.
Fuente: AP