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PARA SENTIRSE SEGUROS

La necesidad de sentirnos seguros y de vivir en tranquilidad forma parte de la demanda cotidiana que es posible verificar, con diferencias de grado, en distintos segmentos socioeconómicos, sea de manera individual, o bien desde instituciones, empresas públicas y privadas, entre otros sectores.

El incesante aumento de la delincuencia oficialmente registrada instala la percepción real de que el delito, en sus distintas variantes, integra la trama de los hechos cotidianos.

La estadística en ese sentido contrasta con las sensaciones de inseguridad, que suelen ser una excusa de los gobiernos de turno en un intento por justificar la insuficiencia de las fuerzas policiales para prevenir las situaciones de riesgo de las que se prevalece la delincuencia, a falta de vigilancia y control efectivos.

La inseguridad se ha convertido, pues, en unos de los asuntos más preocupantes y de mayor relevancia, en un contexto en que el Estado, por mucho que se esfuerce en el ejercicio del monopolio de la fuerza, no alcanza a garantizar, sin embargo, la cobertura integral para la protección de personas y de bienes…

MÁS DEMANDA DE VIGILANCIA PRIVADA

Aun antes de la pandemia del coronavirus, que determinó una mayor necesidad de vigilancia privada, recientes estudios sobre el desenvolvimiento de este sector dan cuenta de una marcada expansión. Una necesidad que se corresponde con las situaciones de inseguridad que nos toca vivir.

De hecho, es posible verificarla, si bien de forma dispar, en los requerimientos de coberturas de guardias en edificios, countries, barrios cerrados, centros comerciales, espacios de recreación, empresas e instituciones tanto públicas como privadas.

Los requerimientos de vigilancia se incrementan día tras día, entre otras razones porque, exacerbados los riesgos, las crecientes necesidades sociales de seguridad han terminado por sobrepasar considerablemente la capacidad de respuesta del Estado.

HASTA EL ESTADO APELA A LA VIGILANCIA PRIVADA

No es algo nuevo, aunque resulte un tanto paradójico: el propio Estado, que dispone oficialmente de las fuerzas policiales, se ha convertido en un importante usuario de servicios de seguridad privada.

Cada vez más notable, el hecho constituye un indicador inequívoco sobre las crecientes necesidades de protección que se registran no ya sólo entre los particulares, sino también en las dependencias públicas.

Como corresponde administrativamente, los prestaciones para organismos oficiales (que incluyen hospitales, museos, escuelas, institutos, entre otras unidades estatales) se contratan a través de llamados a licitación.

El Estado no es, pues, una excepción a los crecientes requerimientos de prevención y control que experimenta la propia sociedad, en tiempos de ostensible inseguridad ciudadana.