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VIGILADORES IMPRESCINDIBLES

En viviendas residenciales, en countries y en barrios cerrados, se ha acentuado la instalación de cercos electrificados, como si de ese modo pudiera evitarse que la ola de robos se extienda en los hogares, en un contexto de creciente inseguridad. 

Sin embargo, como demuestra la experiencia, el control y la prevención que ejercen los vigiladores privados no pueden ser efectivamente reemplazados por ese mecanismo que, además, ha provocado problemas por los riesgos que implica y por sus alcances legales. Quienes se encargan de proveer el servicio se refugian en los códigos Civil y Comercial de la Nación y Penal al afirmar que este tipo de muros es legal.

Además, afirman que no son letales. Sin embargo, la Asociación Electrotécnica Argentina establece ciertas normas. A diferencia de las alarmas convencionales, barreras infrarrojas y de microondas, sensores de movimiento y cables microfónicos que se activan una vez que el intruso ha ingresado al predio o la vivienda, este tipo de cercos constan de un tendido de cable de acero y un electrificador que transmite pulsos de alto voltaje, pero bajo amperaje que, al ser tocada, genera un doloroso choque eléctrico que aturde al invasor. 

Como quiera que sea, lo cierto es que no constituyen barreras efectivas para garantizar la seguridad integral de un objetivo, cualquiera sea su naturaleza. 

Al fin de cuentas, la presencia física de los guardias sigue siendo imprescindible.

INSEGURIDAD EN SITUACIONES DE EXCEPCIÓN

La pandemia por el coronavirus trajo incertidumbre en diversos planos y, peor aún, mayor inseguridad, que se experimenta -con diferencias de grado y de modalidades operativas- en sectores económicos pudientes tanto como en segmentos medios. En ese contexto, no contar con vigilancia privada puede resultar mucho más costoso que en situaciones de normalidad.

El hecho de “quedarse en casa”, no ya por cuarentena obligatoria, porque lo que rige en Córdoba es el distanciamiento social, sino por prevención, no exime de la posibilidad de ser víctimas de robos o de asaltos, en un escenario de excepcionalidad en que los delincuentes han recreado las formas de sorprender A a los particulares o a las familias para hacerse de sus pertenencias.

Las necesidades de prevención y control son proporcionales a ese temor que no es caprichoso: responden a datos objetivos de la nueva realidad que vivimos.

Es lo que acontece en especial en los edificios, en que los servicios de vigilancia se han visto precisados de incrementar la atención de los guardias en los denominados “espacios o sectores comunes” y reforzar los controles de ingresos y egresos de personas para verificar si se trata de consorcistas, inquilinos o sujetos ajenos al lugar.

En viviendas que no forman parte de la propiedad horizontal los robos se producen por otras razones y en distintas circunstancias, pero también se han incrementado por el desorden que introduce la pandemia.