Las empresas constructoras han optado en los últimos años por contratar servicios de vigilancia privada. Sin perjuicio de apelar también a recursos tecnológicos para control, lo más demandado es la seguridad física, es decir, mediante vigiladores, habida cuenta de que el factor humano siempre es preferible.
Hace tiempo, se solían vallar las obras y guardar sus materiales en cabinas o depósitos. Esto impedía ciertamente los hurtos, pues los ladrones buscaban herramientas y otros elementos valiosos. Pero la realidad ha cambiado considerablemente: la vigilancia se ha convertido en una opción imprescindible en las obras de construcción, para evitar robos, asaltos, saqueos o desperfectos en los materiales, productos y elementos de trabajo.
Contratar los servicios de vigilancia privada evitará a los dueños de la obra muchos problemas, puesto que cualquier cosa puede ser objeto de robo: desde los metales (como el cobre, cuyo valor de venta se ha incrementado en el mercado negro), las tuberías, el cableado, los materiales (ladrillos, cementos, grava, etc.) o las herramientas, por citar algunos.
El uso de la seguridad activa combinada con la seguridad pasiva (cualquier elemento que sirva para descubrir a los malhechores, como cámaras de videovigilancia o alarmas), resulta fundamental, sea cual fuere la magnitud de la construcción que se lleve a cabo.