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MÁS VIGILANCIA PRIVADA EN BARRIOS CERRADOS

En la ciudad de Córdoba, son 120 los barrios cerrados y abiertos que pagan un servicio de vigilancia privada, según un relevamiento elaborado compatibilizando un informe de la Secretaría de Seguridad de la Provincia y registros de la Municipalidad de esta ciudad.

Si se tiene en cuenta que la Capital tiene 503 barrios, según el sitio de Datos Abiertos de la Municipalidad, aproximadamente el 20 por ciento cuenta con personal que se encarga de la custodia de las calles, el perímetro y, en algunos casos, el control de los ingresos y egresos.

Este porcentaje incluye a los que cuentan con vigilancia privada.

En la década de 1990, el acceso a un country era sinónimo de estatus; ahora, la razón de su elección está directamente relacionada con la seguridad. La necesidad no es exclusiva de quienes tienen un alto poder adquisitivo, sino también de sectores medios que ven en un lugar con vigilancia una solución a la inseguridad.

La principal causa de la demanda de opciones segregadas para vivir –ya sea barrios cerrados o con servicios de vigilancia privados– es el alto nivel de inseguridad que se vive en la sociedad. Se advierte que los elevados índices de inseguridad de las ciudades tienen consecuencias directas en su estructura funcional, en términos de falta de integración urbana y de cohesión social. La vigilancia privada no opera de la misma manera en todos los barrios.

En la ciudad de Córdoba, hay 27 URE. Son aquellos loteos que, por decreto municipal, están habilitados para controlar los accesos, y su entramado de servicios y calles depende exclusivamente de un consorcio privado. Son ellos, estrictamente, los que pueden ser llamados countries y también los únicos que pueden tener barreras en sus ingresos. A este rubro hay que sumar a Valle Escondido.

La urbanización, que cuenta con 14 barrios, obtuvo una reglamentación especial para su funcionamiento, con una modalidad mixta que combina la libre circulación por una calle central (avenida República de China) y el control en los accesos.

En el resto, la seguridad tiene diferentes matices. Los 79 barrios restantes son urbanizaciones privadas aptas para loteos y tendrían que ser abiertos, de acuerdo con la normativa municipal. Su acceso debe ser libre y no pueden contar con ninguna restricción. Además, sus calles tienen que estar conectadas con el entramado urbano.

Sin embargo, algunos mantienen el cerco perimetral hasta tener la aprobación definitiva de la Municipalidad y otros se promocionan en los avisos de ventas como barrios cerrados, cuando no lo son, aunque sí tienen un sistema de vigilancia.

De los 120 barrios con seguridad privada relevados, 55 cuentan además con adicionales de la Policía de la Provincia, de acuerdo con datos suministrados por la misma fuerza. Hay 90 agentes que están afectados a estas tareas.

En promedio, realizan un turno y medio, si se tiene en cuenta que cada uno es de cuatro horas. También hay cuatro barrios tradicionales, según la Policía, que tienen contratados adicionales. En esta cuenta no están incluidos los housings ni los complejos de edificios, que también se ofrecen con servicios de vigilancia.

VIGILADORES IMPRESCINDIBLES

En viviendas residenciales, en countries y en barrios cerrados, se ha acentuado la instalación de cercos electrificados, como si de ese modo pudiera evitarse que la ola de robos se extienda en los hogares, en un contexto de creciente inseguridad. 

Sin embargo, como demuestra la experiencia, el control y la prevención que ejercen los vigiladores privados no pueden ser efectivamente reemplazados por ese mecanismo que, además, ha provocado problemas por los riesgos que implica y por sus alcances legales. Quienes se encargan de proveer el servicio se refugian en los códigos Civil y Comercial de la Nación y Penal al afirmar que este tipo de muros es legal.

Además, afirman que no son letales. Sin embargo, la Asociación Electrotécnica Argentina establece ciertas normas. A diferencia de las alarmas convencionales, barreras infrarrojas y de microondas, sensores de movimiento y cables microfónicos que se activan una vez que el intruso ha ingresado al predio o la vivienda, este tipo de cercos constan de un tendido de cable de acero y un electrificador que transmite pulsos de alto voltaje, pero bajo amperaje que, al ser tocada, genera un doloroso choque eléctrico que aturde al invasor. 

Como quiera que sea, lo cierto es que no constituyen barreras efectivas para garantizar la seguridad integral de un objetivo, cualquiera sea su naturaleza. 

Al fin de cuentas, la presencia física de los guardias sigue siendo imprescindible.

OBJETIVOS PROTEGIDOS

Cualquiera sea la naturaleza del objetivo que se proteja (en edificios, residencias particulares, countries, barrios cerrados, empresas e instituciones), la vigilancia tiene sentido en la medida en que es, antes que nada, preventiva.

Esto es: cuando es efectiva para evitar los delitos (robos, hurtos, atentados contra las personas, entre otros) reduciendo al máximo posible las situaciones de riesgo, que, como se sabe, se han incrementado por distintas razones en nuestra sociedad.

A ese respecto, la decisión de contratar servicios de vigilancia y control, apelando a guardias privados, no es superflua sino todo lo contrario.