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LA SEGURIDAD PRIVADA CRECE

Los requerimientos de seguridad privada en América latina registran una tasa de crecimiento anual del 7 por ciento, en tanto que en la Argentina alcanza el 5 por ciento.

En ese orden, resulta notable la expansión de los servicios de vigilancia, prevención y control privados en nuestro país, sobre todo en las principales ciudades de distintas provincias, adonde la inseguridad se ha extendido incluso en localidades relativamente pequeñas.

Sin embargo, en contextos socioeconómicos disímiles, Colombia, Brasil, Chile y Uruguay muestran una mayor demanda de este tipo de prestaciones, con una creciente participación de los vigiladores, frente a la competencia estatal sobre la seguridad como bien público.

En lo que respecta al número de vigiladores, en la Argentina se verifica la presencia de 1 guardia cada 273 habitantes; en Uruguay, 1 cada 269, y en Chile 1 cada 171.

POR LA SEGURIDAD COMUNITARIA

El fortalecimiento de la seguridad integral comunitaria, particularmente en tareas de prevención y control, reconoce en los vigiladores privados uno de sus protagonistas fundamentales.

Es un hecho que se verifica día tras día frente al incremento de los riesgos y la extensión del fenómeno de la inseguridad pública que abarca sectores urbanos no ya sólo de escasa población sino también concurridos, y en horas dispares.

Los problemas de seguridad comunitaria han crecido al ritmo del desarrollo urbano, es verdad; sin embargo, la criminalidad toca zonas y barrios del mismo modo que en sectores céntricos. La vigilancia se ha tornado pues más necesaria que nunca, allí donde los mecanismos de control son fundamentales para prevenir y evitar los hechos delictivos.

Ello es así, sobre todo, por cierto, en Córdoba capital y en ciudades del interior de mayor expansión urbana, como, por caso, Río Cuarto, San Francisco, Villa María, Carlos Paz y Bell Ville, entre otras, adonde las necesidades de custodia complementaria a las prestaciones de las fuerzas policiales se han incrementado en proporción directa al aumento de los delitos que atentan contra personas y bienes.

EN SEGURIDAD, LA TECNOLOGÍA NO ALCANZA

Los principales análisis en materia de seguridad se realizan sobre los hechos consumados, de donde, faltaba más, se derivan entonces recomendaciones sobre métodos de prevención. Los riesgos podrían reducirse en tiempo y forma, para protección de personas y bienes, si las observaciones se anticiparan a las probabilidades del accionar de la delincuencia.

En ese orden, desde ámbitos oficiales se insiste en el consejo básico, si bien necesario, de impedir el ingreso de desconocidos a los complejos, cerrar las puertas de manera adecuada y ser solidarios entre vecinos para dar aviso sobre movimientos extraños o prestar ayuda. El consejo oficial resulta un tanto obvio, aunque conviene remarcarlo.

Voceros de consorcios, referentes policiales y de la Justicia, coinciden en reivindicar indirectamente el rol fundamental de la vigilancia privada física, sin perjuicio de los dispositivos tecnológicos de control. “Las cámaras de seguridad y los llaveros de acceso electrónico en las puertas ya no alcanzan”, confiesan.

Como lo demuestra la reiteración de robos perpetrados con inconcebible facilidad en edificios, ladrones de distinto rango logran acceder sin mayores inconvenientes, pese a la existencia de estos mecanismos, complementarios de la efectiva presencia de vigiladores que operan como vigías en el control y la prevención.

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